La historia económica está plagada de incidentes de expropiaciones, corralitos, conversiones de monedas y confiscación de ahorros. Los Estados, en escenarios de alta tensión suelen imponer medidas rigurosas y excepcionales con el fin de contener los precios, sanear la deuda pública, financiar guerras o pandemias.
Ninguno de los grandes bloques económicos se ha recuperado plenamente de la crisis del 2008 y de los efectos del COVID-19. Los Banco Centrales han estado imprimiendo dinero para tratar de sostener e impulsar la economía, confiados en el hecho inusual de que la inflación estaba bajo control a pesar del dinero puesto en circulación.
Pero, de la noche a la mañana, la inflación ha empezado a subir de forma generalizada en todo el globo. Para agravar el escenario mundial, todos los países estamos sufriendo un shock psicológico y económico por la guerra de Ucrania. Subir el tipo de interés puede ser catastrófico para las debilitadas economías, por lo que es previsible que los Gobiernos tomen medidas no convencionales para frenar la inflación.
Desde hace años el Fondo Monetario Internacional está alentando sotto voce confiscar parte de los depósitos bancarios (capital levy) para reducir el dinero en circulación y sanear las cuentas públicas. No pensemos que esto es algo novedoso. Como veremos, no seremos el primer país de la UE que pueda sufrir una confiscación de depósitos bancarios para ayudar al Estado a reducir la deuda pública y controlar la inflación.
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